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Son ricas y diversas, herederas de una fuerte ascendencia aborigen, matizada por la transculturización de la cocina española,  africana y asiática.

De estos hábitos alimenticios, hacen gala de presencia el casabe y la raspadura, cultivada desde nuestros aborígenes. De ahí viene el motivo por el cual Jiguaní es conocido nacionalmente como ῝el pueblo de la raspadura y el casabe῝.

De las costumbres culinarias, algunas se conservan, y otras por rescatar, están el casabe, la fritura de maíz, el matahambre, la gandinga, los chicharrones, la morcilla, la empanadilla, el bollo de maíz, pinol, boniatillo, pan de maíz con coco (budín), viandas azadas (boniato, yuca, plátano), cuerúa de guayaba, la raspadura, el agualoja y la crema de vié, muchas cultivadas desde nuestros aborígenes. De ahí viene el motivo por el cual Jiguaní es conocido nacionalmente como ´´el pueblo de la raspadura y el casabe´´. Se han ido imponiendo con el transcurro del tiempo la bola de yuca y el tamal. No puede faltar el cerdo asado en púa.

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Es Jiguaní un pueblo rico en tradiciones, estos hábitos o costumbres han pasado de generación en generación, ya que comunicarse es hacer conocer a otras personas nuestros conocimientos y la manera en que pensamos; de esta forma han llegado hasta nuestros días las leyendas, ritos religiosos, comidas, la artesanía, fiestas populares, bailes y cantares.

La Villa San Pablo de Jiguaní fue fundada el 25 de enero de 1701. Tiene una génesis netamente aborigen; el propio nombre con que se designa forma parte de los vocablos aborígenes reconocidos en la toponimia geográfica que ha llegado hasta nuestros días con la definición “Río de Oro”, es la que más logró afianzarse en la tradición oral Jiguanicera.

La feria de San Pablo, fue la denominación que recibió en aquella época la celebración de la fundación, se caracterizó por una de las tradiciones que más entusiasmara al alma local y que se celebraba de forma pintoresca, plena de típicos coloridos.

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Es necesario destacar la rica y sostenida historia artesanal de Jiguaní, especialmente en el género del tejido. La mujer Jiguanicera se destacó en el tejido utilizando hilo de algodón, con las técnicas de crochet, que se afianza a finales del siglo XIX, y el miñardí, frivolité, macramé, dos agujas entre otras.
Existen talleres de tejido en hilo, como alternativa para preservar esta tradición mixto (juvenil, adulto y 3ra edad) e infantiles, impartidos por artesanas del Círculo de tejido Las Penélopes, de bordado a mano y de tejido en yarey, ambos impartidos también por artesanos.
El tejido en hilo y en yarey: Esta manualidad artesanal data de los aborígenes ya que utilizaban la prensa, el jibe y el escobillón en la elaboración del casabe, la técnica empleada era según el tipo de artículo que fueran a utilizar como jabas, sombreros, esteras y serones, se han mantenido hasta nuestros días y la forma que más se emplea en el municipio es la empleita, estos productos que se ofertan en ferias de arte popular y distintos festejos populares.

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